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Los acontecimientos recientes nos han demostrado (una vez más) lo rápido que puede afianzarse y diseminarse una nueva enfermedad. Dichos acontecimientos vienen acompañados de una explosión de información e investigaciones clínicas y epidemiológicas. El objetivo de Premilife es abrir todos los recursos que podamos para ayudar a nuestras comunidades, a los investigadores y a los clínicos a contener y controlar esta enfermedad. Nuestros recursos incluyen revistas y libros de carácter médico y científico, productos educativos y diversos recursos más, como precauciones para viajar y publicaciones de interés para nuestra comunidad.
Premilife es una empresa de remedios homeopáticos profesionales dedicada a ofrecer una amplia variedad de soluciones homeopáticas complejas para diferentes enfermedades. Dos terceras partes de todas las enfermedades del mundo siguen sin tratarse adecuadamente o ni siquiera se tratan.
Nosotros creemos en la medicina integrativa. En lugar de un modelo único, la medicina integrativa combina los cuidados alternativos, la medicina occidental, la medicina oriental y la medicina complementaria para lograr los mejores resultados posibles para el paciente.
El éxito en los tratamientos y los grandes avances científicos tienen más probabilidades de suceder cuando los científicos son libres de abordar los problemas desde diferentes ángulos y puntos de vista.
La mayoría de las personas que se contagian con el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 se recuperan en casa, y algunas necesitan hospitalización para combatir el virus. Pero en un número de pacientes, la enfermedad conocida como COVID-19 es mortal. Algunas personas tienen más riesgo de enfermar gravemente con esta enfermedad, como las personas mayores, las personas con enfermedades crónicas graves, las personas con el sistema inmune comprometido, las personas sometidas a quimioterapia o que han recibido quimioterapia en los últimos tres meses y las personas que reciben inmunoterapia, entre otras.
Una pandemia de coronavirus puede desbordar la capacidad de los centros ambulatorios, los servicios de emergencias, los hospitales y las unidades de cuidados intensivos, produciendo una escasez crítica de personal, espacio y suministros con implicaciones graves para la salud de los pacientes. Como resultado de esta nueva realidad, hemos decidido apoyar a los pacientes interesados en los tratamientos de Premilife.com y ofrecer un descuento del 30% en todos los remedios homeopáticos de nuestro sitio web. Nos preocupa la salud de nuestra comunidad, por eso ofrecemos este enorme descuento. En el futuro, vamos a enviarte correos electrónicos con las nuevas investigaciones sobre el coronavirus, así que presta atención a tu bandeja de entrada.
Bacterias
Células vivas, tamaño superior a 1000nm
Necesitan humedad
La mayoría necesitan oxígeno
Necesitan nutrientes para reproducirse
Crecimiento por división celular
Algunas pueden propulsarse
Virus
No son células vivas - ADN/ARN inerte en una cubierta de proteínas, tamaño superior a 100nm
Son el tipo más numeroso de entidad biológica
Infectan a todos los tipos de formas de vida
Sólo se replican dentro de células vivas
No necesitan humedad ni oxígeno
No necesitan nutrientes para reproducirse y no crecen mediante división celular
No se autopropulsan
Aumentan su diversidad genética mediante transferencia horizontal de genes (movimiento de material genético entre organismos unicelulares y/o multicelulares) no por transmisión (“vertical”) de ADN de padres a hijos (reproducción).
Las infecciones bacterianas y virales tienen muchas cosas en común. Ambos tipos de infecciones están causadas por microbios – bacterias y virus, respectivamente – y se propagan mediante cosas tales como:
Las bacterias y los virus son demasiado pequeños para ser vistos a simple vista, pueden causar síntomas similares y a menudo se propagan de la misma manera, pero ahí es donde terminan sus similitudes.
Las bacterias son organismos unicelulares relativamente complejos, muchos de ellos con una pared rígida y una membrana fina y gelatinosa que rodea el líquido del interior de la célula. Se pueden reproducir por sí solos. Los registros fósiles muestran que las bacterias llevan existiendo desde hace unos 3500 millones de años y que pueden sobrevivir en diferentes entornos, incluyendo calor y frío extremos, desechos radioactivos y el cuerpo humano.
La mayoría de las bacterias son inofensivas y algunas incluso ayudan a digerir la comida, destruir los microbios causantes de enfermedades, combatir las células cancerígenas y suministrar nutrientes esenciales. Menos del 1% de las bacterias causan enfermedades en las personas. Son las denominadas bacterias patógenas.
Los virus son más pequeños. De hecho, los virus más grandes son más pequeños que las bacterias más pequeñas. Sólo tienen una cubierta de proteínas y un núcleo de material genético formado por ARN o ADN.
A diferencia de las bacterias, los virus son parásitos y requieren organismos vivos – como personas, plantas o animales – para multiplicarse. Sólo pueden reproducirse uniéndose a las células. En la mayoría de los casos, reprograman a las células para que creen nuevos virus hasta que las células explotan y mueren. En otros casos, convierten las células normales en células malignas o cancerosas.
Los virus pueden reproducirse con fidelidad o con errores (mutaciones); esta capacidad de mutar es la que permite a algunos virus cambiar ligeramente en cada persona infectada, dificultando el tratamiento.
También a diferencia de las bacterias, la mayoría de los virus causan enfermedades, y son bastante específicos en lo que respecta a las células a las que atacan. Por ejemplo, ciertos virus atacan a las células del hígado, el sistema respiratorio o la sangre. En algunos casos, los virus atacan a las bacterias.
Las infecciones virales en animales provocan una respuesta inmune que normalmente elimina al virus causante de la infección. Las respuestas inmunes también pueden ser producidas por las vacunas, que confieren una inmunidad artificialmente adquirida contra infecciones virales específicas. Algunos virus, incluyendo los causantes del VIH, el VPH y la hepatitis viral, evaden estas respuestas inmunes y causan infecciones crónicas.
Quizás la distinción más importante entre las bacterias y los virus es que los medicamentos antibióticos suelen matar a las bacterias, pero no son eficaces contra los virus. Las infecciones virales requieren vacunas para prevenirlas o medicamentos antivirales para inhibir su desarrollo.
Los coronavirus incluyen un gran número de virus que infectan a diferentes especies animales. Las enfermedades predominantes asociadas con estos virus son las infecciones respiratorias y entéricas, aunque también se dan casos de enfermedades hepáticas y neurológicas.
Los coronavirus tienen genomas de ARN de cadena simple extraordinariamente largos – aproximadamente de 27.000 a 34.000 bases o “letras” de ARN de longitud, los mayores entre los virus de ARN conocidos.
Las partículas de coronavirus están rodeadas de una capa lipídica externa denominada envoltura y suelen tener un aspecto esférico bajo un microscopio de electrones, con una corona con forma de pinchos en su superficie. Estas protuberancias sólo se unen a ciertos receptores en la célula anfitriona; son esenciales tanto para la especificidad del anfitrión como para la infectividad viral.
Los coronavirus humanos fueron descubiertos a finales de la década de 1960.
Sólo se conocen 7 coronavirus causantes de enfermedad en los humanos.
Cuatro de estos siete coronavirus suelen causar los síntomas del resfriado común. Los coronavirus 229E y OC43 causan el resfriado común; los serotipos NL63 y HUK1 también se han asociado al resfriado común. En raras ocasiones, pueden darse casos de infecciones graves de las vías respiratorias inferiores, incluyendo neumonía. Esto ocurre principalmente en bebés, personas mayores y personas inmunocomprometidas.
Tres de estos siete coronavirus provocan infecciones respiratorias mucho más graves (a veces incluso mortales) que otros coronavirus y han causado grandes brotes de neumonía mortal en el siglo 21:
El virus SARS-CoV2 se propaga principalmente entre personas que están en estrecho contacto entre sí (a unos 6 pies – 2 metros) de manera similar a la gripe, a través de gotas respiratorias producidas por la tos o los estornudos.
El tiempo entre la exposición y el inicio de los síntomas suele ser de cinco días, pero puede oscilar entre dos y catorce días.
Los síntomas más frecuentes son fiebre, tos y falta de aliento.
Las complicaciones pueden incluir:
a) Neumonía, una infección que inflama los alveolos en uno o ambos pulmones. Los alveolos pueden llenarse de líquido o pus (material purulento), causando tos con flemas o pus, fiebre, escalofríos y dificultad para respirar.
En un estudio de 138 pacientes hospitalizados en Wuhan por neumonía debida al SARS-CoV-2, la disnea se desarrolló tras una media de cinco días desde el inicio de los síntomas, y el ingreso hospitalario ocurrió tras una media de siete días desde el inicio de los síntomas. En otro estudio, el tiempo promedio hasta el inicio de la disnea fue de ocho días.
b) El síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) es una enfermedad de progresión rápida que ocurre en los pacientes gravemente enfermos. La principal complicación del SDRA es la entrada de líquido en los pulmones que hace que la respiración sea difícil o imposible.
En un estudio de 138 pacientes, el SDRA se desarrolló en el 20% tras un promedio de ocho días, y la ventilación mecánica se utilizó en el 12,3%. En otro estudio de 201 pacientes hospitalizados con COVID-19 en Wuhan, el 41% desarrolló SDRA; la edad superior a 65 años, la diabetes mellitus y la hipertensión se asociaron con el SDRA.
Actualmente no hay ninguna vacuna ni ningún tratamiento antiviral específico, aunque se están investigando. Los esfuerzos están dirigidos a controlar los síntomas y a la terapia de apoyo. Las medidas preventivas recomendadas incluyen lavarse las manos y mantener la distancia de la gente enferma, así como la supervisión y el autoaislamiento durante catorce días de las personas con sospechas de estar infectadas.
Las respuestas de salud pública a nivel mundial incluyen las restricciones de viaje, las cuarentenas, los toques de queda y los cierres de escuelas. Tal es el caso de las cuarentenas de Hubei, en China, y de Lombardía, en Italia; de los diversos toques de queda en China; de los métodos de detección en aeropuertos y estaciones de tren; y de las recomendaciones de no viajar a las regiones con transmisión vigente del virus, como China central, Corea del Sur, Italia e Irán. Los cierres de escuelas a nivel nacional se han llevado a cabo en diversos países, mientras que en otros los cierres han sido localizados.
El mayor impacto del brote ha sido la inestabilidad social y económica, los casos de xenofobia y racismo contra personas chinas y del este asiático, y la difusión online de desinformación y de teorías de la conspiración sobre el virus.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades virales siguen produciéndose y representan un problema grave para la salud pública. El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud clasificó de pandemia al brote de COVID-19.
Debemos ser conscientes de que, en un mundo atestado con 7800 millones de personas, la combinación de conductas humanas alteradas, cambios medioambientales y mecanismos de salud pública inadecuados, convierten fácilmente a los virus animales extraños en amenazas para la supervivencia de la especie humana. Hemos creado un ecosistema global dominado por el hombre que es el escenario perfecto para la aparición de virus animales que cambian de anfitrión, especialmente de virus de ARN genéticamente propensos a errores, cuyas elevadas tasas de mutación han, durante millones de años, creado oportunidades para infectar a nuevos anfitriones en nuevos ecosistemas. Hicieron falta 8 millones de años para que el genoma de la especie humana evolucionara un 1%. Muchos virus de ARN pueden evolucionar más de un 1% en cuestión de días. No es difícil comprender por qué cada vez surgen más virus zoonóticos; es decir, virus que pueden transmitirse de personas a animales.
El brote actual de la enfermedad respiratoria aguda asociada a coronavirus conocida como enfermedad del coronavirus 19 (COVID-19) es el tercer episodio documentado del paso de un coronavirus de origen animal a los humanos en sólo dos décadas cuyo resultado ha sido una gran epidemia:
Los primeros síntomas notificados se produjeron el 1 de diciembre de 2019, en una persona que no había tenido ninguna exposición al mercado mayorista de mariscos de Huanan ni a los 40 restantes del primer grupo detectado con el nuevo virus. De este primer grupo, dos terceras partes tenían relación con el mercado, que también vendía animales vivos.
La edad promedio oscilaba entre:
Durante las etapas iniciales, el número de casos se duplicó aproximadamente cada siete días y medio. Hacia mediados de junio de 2020, el virus se extendió a otras provincias chinas, ayudado por la migración del Año Nuevo chino, ya que Wuhan es un centro de transporte en China y las personas infectadas se esparcen rápidamente por todo el país. El 20 de enero, China informó de casi 140 nuevos pacientes en un día, incluyendo dos personas en Beijing y una en Shenzhen. Datos oficiales posteriores muestran que 6.174 pacientes infectados por el virus del COVID-19 ya habían desarrollado síntomas para el 20 de enero de 2020.
El 26 de febrero de 2020, la OMS informó de que, el número de nuevos casos fuera de China, superó el número de nuevos casos en China por primera vez el 25 de febrero de 2020, mientras el número de casos registrados descendía en China y aumentaba en Italia, Irán y Corea del Sur.
También se ha informado de un aumento del número de casos en otros países de todos los continentes excepto la Antártida.
Actualización de la situación en todo el mundo, al 25 de abril de 2020
Al 31 de diciembre de 2019 y al 25 de abril de 2020, se han reportado 2,744,744 casos de COVID-19 (de acuerdo con las definiciones de casos aplicadas y las estrategias de prueba en los países afectados), incluyendo 195,387 muertes.
Se han reportado casos de:
Se han reportado muertes por:
Actualización de la situación a nivel mundial.
Enlace: https://coronavirus.jhu.edu/map.html
La comprensión del riesgo de transmisión no es completa.
Las personas son contagiosas en las primeras etapas de la enfermedad.
La eliminación del virus continúa después de semanas tras la recuperación. Esto no significa que la persona siga siendo contagiosa.
Las personas realmente asintomáticas son raras.
Las personas no vuelven a infectarse una vez recuperadas.
La transmisión en China se da principalmente entre familiares y contactos cercanos. La contribución de la difusión comunitaria es desconocida.
El brote de Covid-19 en China no está impulsado por la propagación en los hospitales.
El brote de Covid-19 en China no está impulsado por la propagación en las escuelas.
Aún se desconocen las tasas de mortalidad reales.
Se considera que una persona está en riesgo de contraer el COVID-19 si ha viajado a una zona con transmisión comunitaria activa en los últimos 14 días o ha tenido contacto cercano con una persona infectada.
Aunque es probable que el brote empezara a partir de un evento de transmisión zoonótica asociado con un gran mercado de mariscos que también comercia con animales salvajes vivos, pronto quedó claro que también estaba ocurriendo una transmisión eficiente de persona a persona.
El medio principal de transmisión son las gotas respiratorias.
Se cree que la transmisión de persona a persona del síndrome respiratorio agudo grave causado por el coronavirus 2 (SARS-CoV-2) se produce principalmente a través de las gotas respiratorias, de manera similar a la propagación de la gripe. Con este tipo de propagación, el virus liberado en las secreciones respiratorias cuando una persona infectada tose, estornuda o habla puede infectar a otra persona si entra en contacto directo con las membranas mucosas. Estas gotas pueden acabar en la boca o la nariz de las personas cercanas o pueden ser inhaladas en los pulmones, aunque sólo se mantienen suspendidas en el aire durante un corto espacio de tiempo. Las gotas no suelen viajar más de seis pies (unos dos metros) y no se quedan en el aire.
El virus es estable durante un periodo que abarca desde varias horas hasta varios días en los aerosoles y las superficies. Se puede detectar en los aerosoles (una suspensión de partículas diminutas o gotitas en el aire) durante un máximo de tres horas, en el cobre durante un máximo de cuatro horas, en el cartón hasta 24 horas y en el plástico y el acero inoxidable hasta tres días. La desinfección de las superficies es posible con sustancias como el etanol al 62–71% aplicado durante un minuto.
La propagación es posible incluso antes de que la persona muestre síntomas. Ha habido informes de que esto ocurre con este nuevo coronavirus, aunque no se cree que sea el mecanismo principal de propagación del virus.
Se cree que la gente es más contagiosa cuando tiene más síntomas (está más enferma). Los niveles de ARN viral parecen ser mayores poco después del inicio de los síntomas que en etapas posteriores de la enfermedad.
Según un informe conjunto de China y de la OMS, la tasa de infección secundaria del COVID-19 era del 1-5% entre decenas de miles de contactos cercanos de pacientes confirmados en China. En los Estados Unidos, la tasa de infección secundaria sintomática era del 0,45% entre 445 contactos cercanos de 10 pacientes confirmados.
La facilidad con la que se transmite un virus de una persona a otra puede variar. Algunos virus son muy contagiosos (se propagan fácilmente), como el sarampión, mientras que otros virus no se propagan tan fácilmente. Otro factor a tener en cuenta es si la propagación es sostenida; es decir, si se produce de forma continuada sin pausas.
El virus que causa el COVID-19 parece estar propagándose fácilmente y de manera sostenida entre la comunidad (“propagación comunitaria”) en algunas zonas geográficas afectadas.
El ARN del SARS-CoV-2 ha sido detectado en muestras de sangre y heces. El virus vivo ha sido observado en las heces en algunos casos, pero según un informe conjunto de China y la OMS, la transmisión fecal-oral no parece ser un factor significativo en la propagación de la infección.
Se han hecho estimaciones del número básico de reproducción (el promedio de personas a las que puede infectar una persona infectada) y oscila entre 2,13 y 4,82. El 24 de enero de 2020, se informó de que el virus es capaz de transmitirse a lo largo de una cadena de hasta cuatro personas. Esto es similar al coronavirus que produce el síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV).
Los “supercontagiadores” jugaron un papel extraordinario en la propagación del SARS de 2003 y podrían desempeñar un papel significativo en el actual brote de COVID-19. Un supercontagiador es una persona que transmite una infección a un número significativamente mayor de otras personas que la persona media infectada.
La OMS dice además que, aunque la historia del SARS y el MERS muestra que la transmisión a través de la comida no se produce, la posibilidad sigue abierta y que la carne y los productos animales deberían cocinarse a fondo por norma general (la leche en los países desarrollados suele estar pasteurizada).
Los primeros informes de China, donde empezó el COVID-19, muestran que algunas personas tienen un mayor riesgo de enfermar gravemente con esta enfermedad. Esto incluye a:
A) Personas mayores: La mayoría de países desarrollados del mundo han aceptado la edad cronológica de 65 años como definición de persona “anciana” o mayor pero, al igual que muchos otros conceptos occidentalizados, no es aplicable a la situación en África. Aunque esta definición es en cierto modo arbitraria, se asocia muchas veces a la edad en la que una persona puede empezar a recibir los beneficios de una pensión. En estos momentos, no hay un criterio numérico estándar de las Naciones Unidas, pero la edad de corte aceptada es de más de 60 años para referirse a la población de personas mayores.
La edad avanzada está asociada con una mayor mortalidad, con una tasa de mortalidad del 8% para las personas de entre 70 y 79 años y del 15% para las personas mayores de 80 años.
B) Personas que tienen enfermedades crónicas graves, como:
Muchas enfermedades pulmonares implican una combinación de estos tres tipos. La tasa de mortalidad es del 6%.
Enfermedad pulmonar y complicaciones cardíacas: Las complicaciones cardíacas, incluyendo el empeoramiento y la aparición de una insuficiencia cardíaca, o el infarto de miocardio, son comunes en los pacientes con neumonía. El paro cardíaco ocurre en alrededor del 3% de los hospitalizados con neumonía. Los factores de riesgo de los eventos cardíacos tras la neumonía incluyen la edad avanzada, las enfermedades cardiovasculares preexistentes y una mayor severidad de la neumonía en la presentación. La enfermedad cardíaca coronaria también está asociada con los eventos cardíacos agudos y las consecuencias negativas en las infecciones por gripe y otras infecciones virales respiratorias.
Estudios recientes han demostrado que, además de la disnea, la hipoxemia y la dificultad respiratoria aguda, la linfopenia y el síndrome de liberación de citoquinas también son características clínicas importantes en los pacientes con infección de SARS-CoV-2 grave. Esto sugiere que la homeostasis del sistema inmune juega un papel importante en el desarrollo de la neumonía producida por el COVID-19.
Los pacientes de COVID-19, especialmente los que tienen una infección severa, mostraron niveles disminuidos de moléculas regulatorias y niveles disminuidos de citoquinas múltiples en las células T sanguíneas periféricas.
Los linfocitos citotóxicos, como los linfocitos T citotóxicos (CTLs) y las células asesinas naturales (NK) son necesarios para el control de la infección viral, y el agotamiento funcional de los linfocitos citotóxicos está correlacionado con la progresión de la enfermedad.
La infección causada por el SARS-CoV-2 puede acabar con la inmunidad antiviral en una etapa temprana.
Las personas con un sistema inmune comprometido tienen un mayor riesgo al contraer el coronavirus. Hay muchas cosas que pueden causar el debilitamiento del sistema inmune (inmunosupresión), incluyendo el tratamiento para el cáncer, el tratamiento para las enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide, el lupus, la esclerosis múltiple y la enfermedad intestinal inflamatoria, el VIH, tener un trasplante de órgano o un trasplante de médula ósea.
El número total de células NK y CD8+ T está disminuido de forma notable en los pacientes infectados por el SARS-CoV-2. La función de las células NK y CD8+ T resulta comprometida con el aumento de la expresión del NKG2A en los pacientes afectados por el COVID-19. Es importante señalar que, en los pacientes convalecientes tras la terapia, el número de células NK y CD8+ T se recupera de forma paralela a la reducción de la expresión del NKG2A. Estos resultados sugieren que el agotamiento funcional de los linfocitos citotóxicos está asociado con la infección causada por el SARS-CoV-2. De ahí que la infección causada por el SARS-CoV-2 pueda acabar con la inmunidad antiviral en una etapa temprana.
En las autopsias de los pacientes de SARS, se han observado niveles muy elevados de citoquinas y quimiocinas en la sangre y los pulmones. Se ha detectado la expresión proteica o de ARN del IL-6, el CCL2/MCP-1 y el CXCL10/IP-10 mediante IHC y RT-PCR en los pulmones de los pacientes con casos mortales de SARS. La elevación del IL-6 y del IL-8 durante la fase aguda de la enfermedad y la expresión persistente del CCL2/MCP-1, el CXCL9/MIG y el CXCL10/IP-10 tanto en los casos agudos como mortales se ha detectado de forma consistente en la sangre de los pacientes de SARS. Además, unos niveles plasmáticos aumentados de CXCL10/IP-10, IL-2 y IL-6 se correlacionan significativamente con la neumonía por SARS en los pacientes.
Los receptores de quimiocinas juegan un papel crucial a la hora de dirigir las células inflamatorias hacia los sitios infectados. Estudios previos han documentado la importancia de los receptores de quimiocinas en la protección contra la enfermedad asociada al SARS. Los ratones deficientes en CCR1-, CCR2- y CCR5- desarrollan una enfermedad grave y mortalidad sin reclutamiento de células inflamatorias en los pulmones. En contraste, el aumento de la regulación de las quimiocinas MCP-1/CCL2 (CCR1), MIP-1α/CCL3 (CCR2) y RANTES/CCL5 (CCR5) en los pulmones de los ratones salvajes coincide con el reclutamiento pulmonar de las células inflamatorias y protege a los ratones contra la mortalidad. Se ha documentado el papel protector del CXCR3 (CXCL9/MIG y CXCL10/IP-10) en la eliminación viral mediada por células de la infección por el Virus del Nilo Occidental (WNV), donde los ratones con deficiencia de CXCR3 exhiben una mortalidad significativamente mayor.
En un experimento con ratones senescentes infectados por SARS-CoV, el aumento bifásico de la expresión de quimiocinas (MCP-1/CCL2, MIP-1α/CCL3, RANTES/CCL5, MIG/CXCL9 e IP-10/CXCL10) y sus receptores (CCR2, CCR5 y CXCR3) coincide con la aparición de células inflamatorias en los pulmones.
Las células CD8+ T no son necesarias, pero las células CD4+ T son importantes para el control de la replicación vírica en la infección por SARS-CoV primaria en los ratones senescentes.
Las células CD8+ CTL por sí solas no son suficientes para eliminar el SARS-CoV en ausencia de células CD4+ T y Abs. El agotamiento de las células CD8+ T por sí solo no afecta a la eliminación del virus.
En conjunto, estos datos sugieren que la inflamación mediada por el sistema inmune y el reclutamiento de quimiocinas de las células inflamatorias juega un papel importante en la enfermedad SARS-CoV de tipo grave.
Las personas con cáncer tienen más probabilidades de sufrir infecciones debido a:
El cáncer en sí mismo
Ciertos tipos de tratamientos para el cáncer
Malnutrición
Otros problemas de salud o medicaciones que no están relacionadas con el cáncer
Los pacientes de cáncer están entre los de alto riesgo de padecer enfermedades graves debido a una infección porque sus sistemas inmunes a menudo están debilitados por el cáncer y su tratamiento. La mayoría de las personas que han recibido tratamiento para el cáncer en el pasado (especialmente si fue hace años) suelen tener una función inmune normal, pero cada persona es diferente. Es importante que todos los pacientes y supervivientes de cáncer, estén o no sometidos a tratamiento actualmente o no, hablen con un médico que entienda su situación y su historial médico.
Esto es debido a que, algunos tratamientos, como la quimioterapia, pueden impedir que la médula ósea genere glóbulos blancos suficientes, que son una parte esencial del sistema inmune. Esto puede suceder durante el tratamiento para el cáncer, pero los efectos pueden durar cierto tiempo una vez finalizado.
Algunos tipos de cáncer también pueden disminuir la capacidad de combatir las infecciones. Normalmente suelen ser los tipos de cáncer que afectan al sistema inmune como la leucemia o el linfoma.
Los efectos de la infección por coronavirus pueden ser más graves para ciertas personas con cáncer de próstata, incluyendo:
Cuando la capacidad de combatir las infecciones está comprometida, los síntomas de cualquier infección pueden ser mucho más graves y pueden ser peligrosos.
Las enfermedades infecciosas son la segunda causa de mortalidad en los pacientes con cáncer, cuyos sistemas inmunes suelen estar comprometidos. Aunque menos del 1% de las personas sanas mueren debido al COVID-19, la tasa de mortalidad entre las personas con enfermedades cardiovasculares asciende hasta el 10,5%. Esta cifra es del 7,3% para los pacientes diabéticos y de alrededor del 6% para los pacientes con enfermedades respiratorias crónicas, hipertensión o cáncer.
VIH
En la actualidad, no disponemos de información específica sobre los riesgos que supone el COVID-19 en las personas con VIH.
El riesgo de supresión inmune es desconocido, pero con otras infecciones respiratorias de tipo viral, el riesgo de enfermar para las personas con VIH es mayor en:
Las personas con VIH también tienen un mayor riesgo de enfermar gravemente con el COVID-19 según su edad y otras enfermedades.
Algunos tipos de medicamentos para el VIH (en particular lopinavir/ritonavir) están siendo evaluados en ensayos clínicos para tratar el COVID-19. Aunque existe cierta evidencia de que este tipo de medicamentos para el VIH pueden ayudar a tratar las infecciones de SARS y MERS (dos coronavirus relacionados con el virus causante del COVID-19), aún no hay datos disponibles de ensayos clínicos que indiquen que estos medicamentos pueden ayudar a las personas que tienen COVID-19.
Las personas con VIH no deberían cambiar su medicamento para el VIH en un intento de prevenir o tratar el COVID-19.
Si surge un brote de COVID-19 en tu comunidad, puede llegar a durar mucho tiempo (un brote es cuando un gran número de personas enferma de repente). Dependiendo de la gravedad del brote, los funcionarios de salud pública pueden recomendar acciones comunitarias para reducir el riesgo de exposición al COVID-19 de las personas. Estas acciones pueden ralentizar la propagación y reducir el impacto de la enfermedad.
Si tienes un mayor riesgo de enfermedad gravemente con el COVID-19 debido a tu edad o a la existencia de un problema de salud crónico grave, es muy importante que tomes medidas para reducir el riesgo de contraer la enfermedad.
El coronavirus SARS-CoV-2 produce los mismos síntomas clínicos en las mujeres embarazadas que en las demás personas infectadas, y actualmente no existen pruebas de transmisión vertical.
Tradicionalmente, se ha sugerido que el embarazo causa un estado inmunosupresivo que facilitaría la tolerancia fetal y daría como resultado una mayor susceptibilidad a la infección.
Las mujeres embarazadas son especialmente susceptibles a los patógenos respiratorios y la neumonía severa, porque se encuentran en un estado inmunosupresivo, y los cambios fisiológicos de adaptación que suceden durante el embarazo (p.ej. la elevación del diafragma, el aumento del consumo de oxígeno y el edema de la mucosa del tracto respiratorio) las vuelven intolerantes a la hipoxia.
Anteriores epidemias de diversas infecciones virales emergentes han dado lugar, por lo general, a resultados obstétricos deficientes, incluyendo la morbilidad y la mortalidad de las madres, la transmisión materno-fetal del virus, las infecciones perinatales y la muerte.
Actualmente, no sabemos si las mujeres embarazadas tienen un mayor riesgo de contraer el COVID-19 que el resto de la población, ni si tienen más probabilidades de enfermar gravemente como resultado. Las mujeres embarazadas experimentan cambios en sus cuerpos que pueden aumentar el riesgo de algunas infecciones. Con los virus de la misma familia que el COVID-19, y otras infecciones respiratorias virales, como la gripe, las mujeres han tenido un mayor riesgo de desarrollar enfermedades graves.
Un estudio llevado a cabo en China con 38 mujeres embarazadas infectadas de COVID-19 y sus recién nacidos, para evaluar los efectos del SARS-CoV-2 en las madres y sus bebés, incluyendo datos clínicos, virológicos y de laboratorio, así como la transmisibilidad del virus de la madre al feto, reveló que, a diferencia de las infecciones por coronavirus de mujeres embarazadas causadas por el SARS y el MERS, en estas 38 mujeres embarazadas, el COVID-19 no produjo muertes maternas.
En este punto de la pandemia global de la infección por COVID-19, no hay pruebas de que el SARS-CoV-2 se transmita por vía intrauterina o transplacentaria de las madres infectadas a sus fetos. Es necesario un análisis de casos adicionales para determinar si esto sigue siendo cierto.
Cualquier mujer embarazada que haya viajado a un país afectado por el SARS-CoV-2 en los últimos 14 días o que haya tenido contacto directo con un paciente con infección de SARS-CoV-2 confirmada, debería ser sometida a una prueba de amplificación del ácido nucleico del SARS-CoV-2, incluso si no tiene síntomas.
Las mujeres embarazadas con infección de SARS-CoV-2 confirmada en laboratorio que sean asintomáticas, deberían ser supervisadas en su casa por si surgen características clínicas del COVID-19 durante al menos 14 días. Estas pacientes y las que se estén recuperando de una enfermedad leve deberían ser controladas con ultrasonidos de crecimiento fetal y ecografías Doppler dos veces al mes debido al posible riesgo de restricción del crecimiento intrauterino. Las mujeres embarazadas con neumonía causada por el COVID-19 deberían ser tratadas por un equipo multidisciplinar en un centro de atención terciaria. Si se cumplen los criterios rápidos de evaluación de la insuficiencia orgánica relacionada con la sepsis, la paciente debería ser trasladada a una unidad de cuidados intensivos.
Para las mujeres embarazadas con infección confirmada, la elección del momento del parto debería ser individualizada dependiendo de la semana de gestación y de las condiciones maternas, fetales y del parto. Siempre que sea posible, debería favorecerse el parto vaginal mediante inducción del parto (con parto instrumental eventual para evitar el agotamiento de la madre), con el fin de evitar complicaciones quirúrgicas innecesarias en una paciente ya de por sí enferma. El choque séptico, el fallo orgánico agudo y el sufrimiento fetal deberían dar lugar a un parto por cesárea de emergencia (o el aborto si es legal antes de la viabilidad del feto).
Los recién nacidos de madres que hayan dado positivo para el SARS-CoV-2 deberían ser aisladas durante al menos 14 días o hasta que la eliminación del virus se resuelva. Durante este tiempo, no se recomienda la lactancia materna directa.
En estudios limitados llevados a cabo en mujeres con COVID-19 y otra infección por coronavirus, el síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV), el virus no ha sido detectado en la leche materna; sin embargo, no sabemos si las madres con COVID-19 pueden transmitir el virus a través de la leche materna.
El término mortalidad proviene del latín mortalitas. La tasa de mortalidad es el número de muertes en una población dada durante un periodo de tiempo determinado. La tasa de mortalidad suele expresarse en número de muertes por 1.000 o 100.000 individuos al año.
Definición de la relación entre muertes y casos
La relación entre muertes y casos es el número de muertes atribuidas a una enfermedad particular durante un periodo de tiempo especificado dividido por el número de nuevos casos de esa enfermedad identificados durante el mismo periodo de tiempo. La relación entre muertes y casos es una relación pero no es necesariamente una proporción, porque algunas de las muertes que se cuentan en el numerador pueden ocurrir entre personas que desarrollan la enfermedad en un periodo previo y que, por tanto, no se cuentan en el denominador.
El periodo de incubación máximo se supone que es de 14 días, mientras que el tiempo promedio desde el inicio de los síntomas hasta la admisión en la unidad de cuidados intensivos (UCI) es de unos 10 días. Recientemente, la OMS declaró que el tiempo entre el inicio de los síntomas y la muerte oscila entre 2 y 8 semanas.
Evaluación de los factores de riesgo asociados con la muerte en adultos durante la estancia en una unidad de cuidados intensivos (UCI)
Específicamente, a) tener una edad avanzada, b) mostrar signos de sepsis, y c) tener problemas de coagulación sanguínea en el momento de entrar en el hospital son factores de riesgo clave asociados con un mayor riesgo de muerte con este nuevo coronavirus.
A) Tener una edad avanzada. El aumento de la edad está asociado con la muerte en los pacientes afectados por el COVID-19. Los defectos dependientes de la edad en el funcionamiento de las células T y las células B, así como el exceso de producción de citoquinas de tipo 2, podrían conducir a una deficiencia en el control de la replicación viral y a una respuesta pro-inflamatoria más prolongada, pudiendo conducir a un desenlace fatal.
B) Mostrar signos de sepsis, una enfermedad grave provocada por la presencia de microorganismos nocivos en la sangre o en otros tejidos que provoca la respuesta del cuerpo a su presencia y puede conducir al mal funcionamiento de varios órganos, el shock y la muerte.
La sepsis es más común y peligrosa en: ancianos, embarazadas, niños menores de 1 año, personas con enfermedades crónicas como diabetes, enfermedad renal o enfermedad pulmonar, cáncer y personas con un sistema inmune debilitado.
Síntomas de la sepsis:
La sepsis grave ocurre cuando falla un órgano. Hay que tener uno o más de los siguientes signos para recibir el diagnóstico de sepsis grave:
Choque séptico
Los síntomas del choque séptico incluyen los síntomas de la sepsis grave, más una presión arterial muy baja – los órganos del cuerpo no pueden recibir suficiente oxígeno. Para recibir el diagnóstico de choque séptico, hay que tener una infección probable o confirmada y las dos cosas siguientes:
C) Tener problemas de coagulación sanguínea
Los parámetros anormales en la coagulación están asociados con un mal pronóstico en los pacientes con neumonía por este nuevo coronavirus.
En los pacientes con COVID-19, el desarrollo de 1) coagulopatía y 2) coagulación intravascular diseminada (CID) parece estar asociado con una mayor tasa de mortalidad.
Los factores de riesgo potenciales de la edad avanzada, 3) una puntuación SOFA elevada y 4) un nivel de dímero D superior a 1 μg/mL podría ayudar a los clínicos a identificar a los pacientes con un mal pronóstico en una fase temprana.
1) La coagulopatía es una enfermedad en la que la capacidad de la sangre de coagular (formar coágulos) está impedida y puede causar sangrado interno o externo incontrolado. Si no se trata, el sangrado incontrolado puede causar daño en las articulaciones, músculos y órganos internos, y puede ser mortal. La coagulopatía se define como una extensión de 3 segundos del tiempo de protrombina o una extensión de 5 segundos del tiempo de tromboplastina parcial activada.
2) La coagulación intravascular diseminada (CID) es una enfermedad rara pero grave que causa una coagulación sanguínea anormal en los vasos sanguíneos del cuerpo. Está causada por otra enfermedad o afección, como una infección por este nuevo coronavirus, que hace que el proceso de coagulación normal del cuerpo se vuelva hiperactivo. La CID puede desarrollarse rápidamente a lo largo de horas o días, o puede hacerlo más lentamente.
La sepsis está bien establecida como una de las causas más comunes de CID; el desarrollo de la CID se da cuando los monocitos y las células endoteliales se activan hasta el punto de liberar citoquinas tras una lesión, con expresión de factor tisular y secreción de factor de Von Willebrand.
La circulación de trombina libre, incontrolada por los anticoagulantes naturales, puede activar las plaquetas y estimular la fibrinólisis.
Los signos y síntomas pueden incluir hemorragias, moretones, hipotensión arterial, falta de aliento y confusión. Las complicaciones pueden ser mortales e incluyen la hemorragia y el fallo multiorgánico. La CID que se desarrolla rápidamente suele requerir tratamiento de emergencia en el hospital.
Para diagnosticar la coagulación intravascular diseminada (CID) se suele usar el análisis de productos de la degradación de la fibrina y el fibrinógeno (FDP). El rango de referencia para los niveles de FDP es menos de 10 mcg/mL (unidades convencionales) o menos de 10 mg/L (unidades SI). Un nivel de productos de degradación del fibrinógeno (FDP) superior a 40 mg/mL se considera crítico.
En el tratamiento de la CID, el médico tratará la enfermedad causante de la CID. También puede recetar medicamentos para evitar la formación de coágulos sanguíneos o de productos sanguíneos como las plaquetas o los factores de coagulación para detener el sangrado.
3) Tener una puntuación SOFA elevada es un buen marcador de diagnóstico para la sepsis y el choque séptico y se usa para hacer un seguimiento del estado de una persona durante su estancia en una unidad de cuidados intensivos (UCI) con el fin de determinar el funcionamiento de los órganos o la tasa de fallos de los mismos.
La puntuación se basa en seis puntuaciones diferentes: sistema respiratorio, sistema cardiovascular, sistema hepático, sistema de coagulación, sistema renal y sistema neurológico.
4) Tener un nivel de dímero D superior a 1 μg/mL. Un resultado de dímero D positivo puede indicar la presencia de un nivel anormalmente alto de productos de degradación de la fibrina. Indica que puede haber un coágulo sanguíneo importante (trombo) y degradación en el cuerpo, pero no indica la ubicación ni la causa. Los pacientes que no sobreviven presentan unos niveles más altos de dímero D, PT prolongada y aPTT en comparación con los que sí sobreviven.
La primera muerte confirmada fue el 9 de enero de 2020 en Wuhan. La primera muerte fuera de China ocurrió en Filipinas, y la primera muerte fuera de Asia fue en Francia. Desde el 13 de marzo de 2020, fuera de China continental, se han registrado más de una docena de muertes en Irán, Corea del Sur e Italia. También se han registrado muertes en Norteamérica, Australia, San Marino, España, Irak y Reino Unido.
El 3 de marzo de 2020, datos de la OMS mostraron que el porcentaje de personas fallecidas por el COVID-19 era del 3,4% a nivel global (1,6% fuera de China).
A fecha de 21 de marzo de 2020 – Muertes totales en la mayoría de países afectados:
País | Muertes totales |
Italia | 4.032 |
China | 3.255 |
Irán | 1.556 |
España | 1.378 |
Francia | 450 |
EE.UU. | 279 |
Reino Unido | 177 |
Países Bajos | 136 |
Corea del Sur | 102 |
Tasa de mortalidad del COVID-19 por EDAD:
Un análisis del CDC encontró que, del 31% de todos los casos, el 45% de las hospitalizaciones, el 53% de las admisiones en la UCI y el 80% de todas las muertes por el virus ocurrieron entre adultos mayores de 65 años, con el porcentaje más alto de desenlaces fatales entre los mayores de 85 años.
La proporción de infecciones graves o fatales puede variar según el lugar. Por ejemplo, en Italia, el 12% de todos los casos de COVID-19 detectados y el 16% de todos los pacientes hospitalizados fueron admitidos en la unidad de cuidados intensivos; la tasa de mortalidad estimada era del 5,8% a mediados de marzo. En contraste, la tasa de mortalidad estimada en Corea del Sur era del 0,9% a mediados de marzo. Esto puede estar relacionado con la distinta demografía de la infección; en Italia, la edad media de los pacientes infectados era de 64 años, mientras que en Corea la edad media era de 40.
Información actualizada – mapa interactivo en directo de los casos de coronavirus en todo el mundo.
Genoma: En los campos de la biología molecular y la genética, el genoma es el material genético de un organismo.
Codificación: Un gen es una secuencia genómica (ADN o ARN) que codifica directamente las moléculas del producto funcional, ya sea ARN o proteína. En el caso de que haya varios productos funcionales que comparten regiones solapadas, se coge la unión de todas las secuencias genómicas solapadas que los codifican.
La reacción en cadena de la polimerasa (RCP), un método revolucionario desarrollado por Kary Mullis en la década de 1980, se usa ampliamente en biología molecular para crear rápidamente millones de copias de una muestra de ADN específica, permitiendo a los científicos tomar una muestra muy pequeña de ADN y amplificarla a una cantidad suficientemente grande como para estudiarla en detalle.
La proteína nucleocápside (proteína N) es la proteína más abundante en el coronavirus. La proteína N es una fosfoproteína altamente inmunogénica que normalmente está muy bien conservada. La proteína N del coronavirus se usa a menudo como marcador en las pruebas de diagnóstico.
El sistema renina-angiotensina (RAS), o el sistema renina-angiotensina-aldosterona (RAAS) es un sistema hormonal que regula la presión arterial y el equilibrio de fluidos y electrolitos, así como la resistencia vascular sistémica.
El genoma del SARS-CoV-2 fue secuenciado rápidamente por investigadores chinos. Es una molécula de ARN de unas 29.811 bases que contiene 15 genes, incluyendo el gen S que codifica una proteína situada en la superficie del envoltorio viral (en comparación, nuestro genoma es una doble hélice de ADN con unos 3 mil millones de bases y unos 30.000 genes).
La secuenciación completa del genoma y el análisis filogénico indican que el coronavirus que causa el COVID-19 es un betacoronavirus del mismo subgénero que el virus del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) así como de varios coronavirus de los murciélagos, aunque de una clase diferente.
Se obtuvo una secuencia de genoma completa de una cepa del coronavirus 2 que causa el síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2) a partir de una muestra de hisopo orofaríngeo de un paciente nepalí con enfermedad del coronavirus 2019 (COVID-19) que había regresado a Nepal tras viajar a Wuhan, China. El espécimen dio positivo para el SARS-CoV-2 en la prueba de PCR de transcripción inversa en tiempo real (rRT-PCR) desarrollada en la Universidad de Hong Kong.
La secuenciación se llevó a cabo usando el sistema Illumina MiSeq con el algoritmo Burrows-Wheeler Aligner MEM (BWA-MEM) y el método de ensamblaje 0.7.5a-r405. El genoma completo fue amplificado directamente a partir del extracto de ARN del espécimen original usando cebadores gen-específicos para el marco de lectura abierta 1b (ORF1b) y N con el fin de producir productos PCR solapados que abarcaran todo el genoma. La nueva secuencia del genoma fue obtenida mapeando primero las lecturas a un genoma SARS-CoV-2 de referencia usando BWA-MEM 0.7.5a-r405 con los parámetros por defecto para generar la secuencia de consenso. Además, el ensamblaje producido por MEGAHIT 1.2.9 (ensamblaje de novo), usando los parámetros por defecto, se usó para hacer una validación cruzada con el método basado en la referencia como control interno.
El genoma final del SARS-CoV-2 secuenciado consta de un único ARN de cadena positiva con 29.811 nucleótidos de largo formado por: 8.903 (29,86%) adenosinas, 5.482 (18,39%) citosinas, 5.852 (19,63%) guaninas y 9.574 (32,12%) timinas.
El genoma coronaviral codifica cuatro proteínas estructurales principales: proteína de espiga (S), proteína nucleocápside (N), proteína de membrana (M) y proteína envoltorio (E).
La proteína S es responsable de facilitar la entrada del coronavirus en la célula objetivo. Se compone de una cola intracelular corta, un anclaje transmembrana y un gran ectodominio formado por una subunidad receptora S1 de unión y una subunidad S2 que se fusiona con las membranas.
El análisis de la secuencia del genoma de la proteína del SARS-CoV-2 muestra que sólo es idéntico en un 75% a la proteína S del SARS-CoV. Sin embargo, el análisis del motivo de unión al receptor (RBM) de la proteína S muestra que la mayoría de residuos de aminoácidos esenciales para la unión a los receptores se conservan entre el SARS-CoV y el SARS-CoV-2, sugiriendo que las cepas del CoV-2 usan el mismo receptor del anfitrión para entrar a las células. El receptor de entrada utilizado por el SARS-CoV es la enzima convertidora de la angiotensina 2 (ACE-2).
La enzima convertidora de la angiotensina 2 (ACE-2) es una metalocarboxiptidasa transmembrana de tipo 1 con homología a ACE, una enzima que se sabe desde hace mucho que es un factor clave en el sistema de renina-angiotensina (RAS) y un objetivo del tratamiento para la hipertensión. Se expresa principalmente en las células endoteliales vasculares, el epitelio tubular renal y en las células de Leydig en los testículos.
El ACE-2 es un receptor de entrada para el SARS-CoV-2 – investigaciones:
Basándose en las similitudes en las secuencias del RBM entre el SARS-CoV-2 y el SARS-CoV, varios grupos de investigación investigaron si el SARS-CoV-2 también utiliza el ACE-2 como un receptor de entrada celular. Zhou et al demostraron que el SARS-CoV-2 puede usar el ACE-2 de los humanos, las civetas chinas y los cerdos para entrar en las células HeLa que expresan el ACE-2. Hoffmann et al informaron de hallazgos similares para el ACE de los humanos y los murciélagos. Además, Hoffmann et al demostraron que, tratando las células Vero-E6 (la célula renal del mono que se sabe que permite la replicación del SARS-CoV) con un anticuerpo Anti-ACE-2 (R&D Systems, Catálogo # AF933) bloqueaba la entrada de los pseudotipos de VSV que expresan la proteína S del SARS-CoV-2.
El análisis PCR reveló que el ACE-2 también se expresa en los tejidos del pulmón, el riñón y el tracto gastrointestinal que se ha visto que albergan el SARS-CoV. El substrato principal del ACE-2 es la angiotensina 2. El ACE-2 degrada la angiotensina 2 para generar angiotensina 1-7, regulando así negativamente el sistema de renina-angiotensina (RAS).
También se ha demostrado que el ACE-2 exhibe una función protectora en el sistema cardiovascular y otros órganos.
¿Cómo salta el virus de los animales a los humanos?
¿Cómo entra en las células humanas el nuevo coronavirus?
El análisis de los datos públicos de la secuencia del genoma del SARS-CoV-2 y de los virus relacionados no ha encontrado evidencias de que el virus haya sido creado en un laboratorio o haya sido diseñado.
El SARS-CoV-2 está íntimamente relacionado con el SARS-CoV original.
Los análisis genéticos han revelado que el coronavirus pertenece al mismo grupo genético que los betacoronavirus, en el subgénero Sarbecovirus (linaje B) junto con dos cepas obtenidas de murciélagos. Es idéntico en un 96% a nivel de genoma a otras muestras de coronavirus de murciélagos (BatCov RaTG13).
En febrero de 2020, investigadores chinos descubrieron que sólo hay una diferencia de un aminoácido en ciertas secuencias del genoma de los virus encontrados en los pangolines y los pacientes humanos, implicando que los pangolines podrían haber sido un anfitrión intermedio.
Las instituciones científicas usaron los datos de esta secuenciación para explorar el origen y la evolución del SARS-CoV-2. Analizaron la muestra genética de las proteínas pico, los armazones que el virus usa para aferrarse y penetrar en las paredes externas de las células humanas y animales.
Más concretamente, se centraron en dos características importantes de la proteína pico: el dominio de unión al receptor (RBD), una especie de gancho de agarre que se aferra a las células anfitrionas, y el sitio de división, un “abridor de latas” molecular que permite que el virus abra las células anfitrionas y penetre en ellas. Los científicos descubrieron que la parte del dominio de unión al receptor (RBD) de las proteínas pico del SARS-CoV-2 había evolucionado para atacar eficazmente una característica molecular de la parte externa de las células humanas llamada ACE2, un receptor implicado en la regulación de la presión arterial.
La proteína pico del SARS-CoV-2 es tan eficaz a la hora de unirse a las células humanas que los científicos concluyeron que es el resultado de la selección natural y no el producto de la ingeniería genética.
Esta evidencia de la evolución natural está respaldada por datos sobre el núcleo del SARS-CoV-2 – su estructura molecular general. Si alguien quisiera diseñar un nuevo coronavirus como patógeno, lo habría construido en base a un virus conocido por causar enfermedades. Pero los científicos han visto que el núcleo del SARS-CoV-2 difiere significativamente de los de los coronavirus conocidos y se parece en gran parte a los virus que se encuentran en los murciélagos y los pangolines.
Estas dos características del virus (las mutaciones en la parte RBD de la proteína pico y su núcleo distintivo) descartan la manipulación en un laboratorio como posible origen del SARS-CoV-2.
Los coronavirus (CoVs), virus de ARN con sentido positivo envueltos, se caracterizan por tener una especie de pinchos que salen de su superficie, un genoma de ARN inusualmente grande y una estrategia de replicación única.
En un análisis filogenético de 103 cepas del SARS-CoV-2 de China, se identificaron dos tipos diferentes de SARS-CoV-2, designados tipo L (que representa el 70% de las cepas) y tipo S (que representa el 30% restante). Las implicaciones clínicas de estos hallazgos son inciertas.
En los últimos 50 años, han aparecido muchos coronavirus diferentes que causan una amplia variedad de enfermedades en humanos y animales. Es muy probable que estos virus sigan surgiendo y evolucionando, causando brotes en humanos y animales debido a su capacidad de recombinarse, mutar e infectar a múltiples especies y tipos de células.
El SARS-CoV-2, un virus de cadena simple envuelto en ARN, ataca a las células a través de la proteína estructural viral en forma de espiga (S) que se une al receptor de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2). Tras la unión al receptor, la partícula del virus utiliza los receptores de la célula anfitriona y los endosomas para entrar en las células. Una proteasa transmembrana de serina 2 (TMPRSS2) facilita la entrada a las células a través de la proteína S. Una vez dentro de la célula, se sintetizan poliproteínas virales que codifican el complejo replicasa-transcriptasa. A continuación, el virus sintetiza ARN a través de su polimerasa dependiente de ARN. Las proteínas estructurales se sintetizan para completar el ensamblaje y la liberación de las partículas virales. Los pasos de este ciclo de vida viral proporcionan posibles objetivos para la terapia medicamentosa.
Los coronavirus (CoVs) son el grupo más grande de virus pertenecientes al orden de los Nidovirales, que incluye a las familias Coronaviridae, Arteriviridae y Roniviridae.
Coronavirinae es una de las dos subfamilias de la familia Coronaviridae, siendo la otra Torovirinae. Coronavirinae se divide además en cuatro grupos: los coronavirus alfa, beta, gamma y delta. Los virus se clasificaron inicialmente en estos grupos basándose en la serología, pero actualmente se dividen por su agrupamiento filogenético.
Todos los virus del orden Nidovirales son virus de ARN con sentido positivo, no segmentados y recubiertos. Todos contienen genomas muy grandes para los virus de ARN, teniendo Coronavirinae los genomas de ARN más grandes que se han identificado, con aproximadamente 30 kilobases (kb) de genomas.
Otras características comunes del orden Nidovirales incluyen:
El espectro clínico de la infección por SARS-CoV-2 parece ser amplio, abarcando la infección asintomática, la enfermedad leve del tracto respiratorio superior y la neumonía severa con fallo respiratorio e incluso la muerte.
Las personas pueden ser asintomáticas (se desconoce su frecuencia) o desarrollar síntomas como fiebre, tos, fatiga, falta de aliento y dolor muscular.
Una revisión de la OMS de 55.924 casos confirmados en un laboratorio de China indicó los siguientes signos y síntomas típicos:
Otros síntomas menos comunes incluyen:
Si la infección sigue avanzando, puede producirse neumonía, síndrome de dificultad respiratoria aguda, sepsis, choque séptico y muerte. Algunos de los infectados pueden ser asintomáticos, dando positivo en las pruebas pero sin mostrar síntomas clínicos, por lo que los investigadores han aconsejado que las personas que estén en contacto directo con los pacientes infectados sean supervisadas y examinadas para descartar la infección.
No existen características clínicas específicas que puedan distinguir de forma fiable el COVID-19 de otras infecciones respiratorias virales.
Espectro de gravedad de la enfermedad
Según la OMS, el tiempo de recuperación parece ser de unas dos semanas para las infecciones leves y de tres a seis semanas para las graves.
Síntomas del Covid-19 en comparación con otros virus
Síntomas | Coronavirus | Resfriado | Gripe |
Fiebre | Común | Raro | Común |
Tos | A veces | A veces | Común |
Estornudos | No | Común | No |
Dolores y molestias | A veces | Común | Común |
Goteo o congestión nasal | Raro | Común | A veces |
Irritación de garganta | A veces | Común | A veces |
Diarrea | Raro | No | A veces |
Dolor de cabeza | A veces | Raro | Común |
Falta de aliento | A veces | No | No |
El nivel y la duración de la replicación del virus infeccioso son factores importantes a la hora de evaluar el riesgo de transmisión y guiar las decisiones relativas al aislamiento de los pacientes. Debido a que la detección del ARN del coronavirus es más sensible que el aislamiento del virus, la mayoría de estudios han usado pruebas de ARN viral cualitativas o cuantitativas como marcador potencial de la infección por coronavirus.
Aunque la duración de la detección del SARS-CoV-2 RNA no ha sido bien caracterizada, en un estudio se vio que el ARN detectable del SARS-CoV-2 persiste durante una media de 20 días en los supervivientes y se mantiene hasta la muerte en los no supervivientes.
Carga viral en los hisopos nasales y de garganta
La OMS ha publicado varios protocolos de análisis de ARN para el SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, siendo el primero el 17 de enero. Los análisis utilizan la reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa en tiempo real (rRT-PCR). La prueba se puede hacer en muestras respiratorias o de sangre. Los resultados suelen estar disponibles entre varias horas y varios días.
Los signos de la neumonía pueden preceder a la confirmación de la infección por COVID-19 a través de RT-PCR.
Un método alternativa de diagnóstico se basa en la presentación clínica. Por ejemplo, buscar patrones característicos del COVID-19 en las tomografías de los pulmones.
Resultados de los estudios de imagen – La tomografía de tórax en los pacientes con COVID-19 muestra habitualmente la opacidad en vidrio esmerilado con o sin anormalidades consolidativas, lo cual es compatible con la neumonía viral.
Las series de casos sugieren que las anomalías en las tomografías de tórax tienen más probabilidades de ser bilaterales, tener una distribución periférica y afectar a los lóbulos inferiores. Los hallazgos menos comunes incluyen el engrosamiento pleural, el derrame pleural y la linfadenopatía.
En un informe de 21 pacientes con COVID-19 confirmado en laboratorio que no desarrollaron dificultad respiratoria severa, las anormalidades pulmonares en las pruebas de imagen de tórax fueron más graves aproximadamente 10 días después del inicio de los síntomas.
Sin embargo, también se han identificado anormalidades en las tomografías de tórax de los pacientes antes del desarrollo de los síntomas e incluso antes de la detección del ARN viral en las muestras del tracto respiratorio superior. Incluso los pacientes con infección asintomática puede tener anormalidades clínicas objetivas. Por ejemplo, en un estudio de 24 pacientes con infección asintomática a los que se les había hecho una tomografía computarizada de tórax (TAC), el 50% tenía opacidades en vidrio esmerilado típicas o sombras desiguales, y otro 20% presentaba anormalidades atípicas en las pruebas de imagen. Cinco pacientes desarrollaron fiebre baja, con o sin otros síntomas típicos, unos días después del diagnóstico.
Las autoridades sanitarias han pedido a las personas que mantengan una buena higiene para evitar la transmisión del virus. Estas medidas incluyen:
Si el COVID-19 se encuentra en una comunidad, adoptar medidas adicionales para distanciarse de las demás personas con el fin de reducir aún más el riesgo de exponerse a este nuevo virus.
Tener un plan en caso de enfermar:
Apoyo de familiares y cuidadores
Varios gobiernos desaconsejan todos los viajes no esenciales a los países y zonas afectadas por el virus. El gobierno de Hong Kong advirtió a todo el mundo que viajara fuera de la ciudad que no tocara los animales, no comiera carne de caza y evitara visitar los mercados húmedos, los mercados de animales vivos y las granjas. No hay pruebas de que las mascotas, como los perros y los gatos, puedan infectarse. El gobierno de China ha prohibido el comercio y el consumo de animales salvajes.
Para el personal sanitario que esté cuidando de alguien que pueda estar infectado, se recomiendan las precauciones estándar, las precauciones de contacto y las precauciones relativas a las vías respiratorias con protección de los ojos.
El rastreo de los contactos es un método importante para que las autoridades sanitarias determinen la fuente de una infección y eviten que se siga transmitiendo. Las medidas de distanciamiento social también son recomendables para evitar la transmisión en las comunidades.
Hay falsas ideas que circulan sobre cómo prevenir la infección: enjuagarse la nariz, hacer gárgaras con enjuague bucal y comer ajo no son medidas efectivas.
El uso de mascarillas quirúrgicas por parte de las personas que puedan estar infectadas también es recomendable, ya que pueden limitar el volumen y la distancia de viaje de las gotas respiratorias que se dispersan al hablar, toser y estornudar. La OMS ha dado las siguientes instrucciones sobre cuándo y cómo usar las mascarillas:
Sólo China ha recomendado específicamente el uso de mascarillas a las personas sanas, aunque se han usado ampliamente en Hong Kong, Japón, Malasia y Singapur.
Autoaislamiento
Las agencias de salud pública han aconsejado, a las personas a las que les hayan diagnosticado COVID-19 y a aquellas que sospechen que puedan estar infectadas, que restrinjan todas las actividades fuera de casa, excepto para recibir atención médica. “No ir al trabajo, la escuela ni los lugares públicos. Evitar el uso del transporte público, el transporte compartido y los taxis”. Se aconseja a los que necesiten atención médica que llamen antes de acudir a un centro de salud.
Algunas agencias sanitarias gubernamentales también han pedido a las personas que hayan viajado recientemente a un país con transmisión generalizada o que hayan estado en contacto directo con una persona diagnosticada con COVID-19, que se aíslen o practiquen el distanciamiento social durante 14 días desde el momento de la última exposición posible.
El objetivo de las vacunas es provocar una respuesta inmune contra un antígeno para que, cuando la persona se vuelva a exponer al antígeno, se produzca una respuesta inmune secundaria mucho más fuerte. Las vacunas contienen los mismos antígenos que se encuentran en los patógenos que causan la enfermedad asociada, pero la exposición a los antígenos en las vacunas está controlada. Preparando al sistema inmune a través de la vacunación, cuando la persona vacunada se expone más adelante a los patógenos vivos del entorno, el sistema inmune puede destruirlos antes de que puedan causar la enfermedad.
Por lo tanto, existen dos maneras de adquirir inmunidad a un patógeno: mediante la infección natural y mediante la vacunación. Las infecciones naturales y las vacunas producen un resultado muy similar (la inmunidad), pero la persona que recibe una vacuna no sufre la enfermedad ni sus posibles complicaciones potencialmente mortales. El bajísimo riesgo de efectos adversos causados por una vacuna, supera de largo el riesgo de la enfermedad y de las complicaciones causadas por la infección natural.
Actualmente, no hay vacunas disponibles. Varias organizaciones de todo el mundo están desarrollando vacunas usando diversos métodos diferentes.
La estrategia a largo plazo más eficaz para la prevención de los futuros brotes del virus sería el desarrollo de una vacuna que proporcionara inmunidad protectora. Sin embargo, se necesitarían de 12 a 18 meses para el despliegue generalizado de la vacuna.
Desde el 8 de abril de 2020, el panorama global de I+D en relación a la COVID-19 incluye 115 candidatos a la vacuna, de los cuales 78 se han confirmado como activos y 37 están pendientes de confirmar (el estado de su desarrollo no se puede determinar a partir de fuentes de información públicas o privadas). De los 78 proyectos activos confirmados, 73 se encuentran actualmente en fase preclínica o de exploración. Los candidatos más avanzados han pasado recientemente a ensayos clínicos, incluyendo el mRNA-1273 de Moderna, el Ad5-nCoV de CanSino Biologicals, el INO-4800 de Inovio y los LV-SMENP-DC y aAPC específicos para patógenos del Shenzhen Geno-Immune Medical Institute. Numerosos desarrolladores de vacunas más han expresado su intención de iniciar pruebas en humanos en 2020.
Una característica del panorama de desarrollo de la vacuna para la COVID-19 es la amplia gama de plataformas tecnológicas que están siendo evaluadas, incluyendo el ácido nucleico (ADN y ARN), las partículas de tipo viral, los péptidos, los vectores virales (replicantes y no replicantes), las proteínas recombinantes, los virus vivos atenuados y los virus inactivados.
Candidatos a la vacuna en fase clínica para la CoVid-19 – Nature Reviews Drug Discovery
Características de la vacuna: Vacuna de ARNm encapsulada en LNP que codifica la proteína S
Candidato: mRNA-1273
Estado: Fase I (NCT04283461)
Panorama de las vacunas candidatas para la COVID-19 – Organización Mundial de la Salud (OMS), 23 de abril de 2020
Organización Mundial de la Salud (OMS) solo con fines informativos – Vacunas contra el coronavirus SARS-CoV-2.
Enlace: https://www.who.int/blueprint/priority-diseases/key-action/draft-landscape-COVID-19-candidate-vaccines-23-April-2020.pdf
La pandemia de enfermedad por coronavirus de 2019 (COVID-19), causada por el coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2), presenta un desafío sin precedentes para identificar medicamentos eficaces para su prevención y tratamiento.
No existen medicamentos antivirales específicos, aunque se están intentando desarrollar. Para intentar aliviar los síntomas se pueden tomar los medicamentos habituales (sin receta) para los resfriados, se puede beber agua y se pueda descansar. Dependiendo de la gravedad, puede ser necesario utilizar oxigenoterapia, vías intravenosas y respiración de apoyo. Algunos países exigen que la gente informe de los síntomas de tipo gripal a su médico, especialmente si han visitado China continental.
Los pasos del ciclo de vida del virus ofrecen posibles objetivos para la terapia medicamentosa. Los objetivos más prometedores para la creación de medicamentos incluyen las proteínas no estructurales (p.ej. la proteasa similar a la 3-quimotripsina, la proteasa similar a la papaína y la polimerasa dependiente de ARN), que comparten homología con otros nuevos coronavirus (nCOVs). Otros objetivos adicionales para la creación de medicamentos son el mecanismo de entrada viral y las vías de regulación del sistema inmunológico.
Este análisis de medicamentos propuestos es selectivo por necesidad. Un análisis de la American Chemical Society, que analizó los datos científicos relacionados con los agentes terapéuticos y las vacunas en los coronavirus humanos desde 2003, halló más de 130 patentes y más de 3000 posibles candidatos medicamentosos de moléculas pequeñas con actividad potencial contra los coronavirus humanos e identificó más de 500 patentes de agentes biológicos con actividad contra los coronavirus, incluyendo anticuerpos terapéuticos, citoquinas, terapias de ARN y vacunas. Otro análisis preliminar de los mapas de interacción entre las proteínas del SARS-CoV-2 y las proteínas humanas, identificó 332 interacciones de alta afinidad entre proteínas, dando como resultado 66 proteínas humanas susceptibles de ser tratadas con medicamentos. Esperemos que esta gran cantidad de posibles agentes produzca más candidatos terapéuticos en la carrera por encontrar tratamientos eficaces o estrategias de prevención contra el COVID-19.
Terapias complementarias
Los medicamentos glucocorticoides son versiones creadas por el hombre de los glucocorticoides, esteroides producidos por el cuerpo de forma natural. Tienen muchas funciones. Una de ellas es interrumpir la inflamación entrando en las células y suprimiendo las proteínas que promueven la inflamación. También ayudar al cuerpo a responder al estrés y a regular cómo usa la grasa y el azúcar.
El papel limitado de los glucocorticoides — La OMS y el CDC recomiendan que no se usen los glucocorticoides en los pacientes con neumonía causada por el COVID-19 a menos que haya otras indicaciones (p.ej. empeoramiento de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Los glucocorticoides se han asociado a un mayor riesgo de mortalidad en los pacientes con gripe así como con una eliminación viral menor en los pacientes con infección del coronavirus que causa el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV). Aunque se usaron ampliamente para controlar el síndrome respiratorio agudo grave (SARS), no había pruebas contundentes de su beneficio, y sí había pruebas persuasivas de efectos adversos a corto y largo plazo
Las prostaglandinas son una familia de compuestos químicos producidos por las células del cuerpo y tienen varias funciones importantes. Promueven la inflamación que es necesaria para la curación, pero también producen dolor y fiebre. Además, apoya la función de coagulación sanguínea de las plaquetas y protegen el recubrimiento del estómago contra los efectos nocivos del ácido.
Las prostaglandinas son producidas en el interior de las células del cuerpo por la enzima ciclooxigenasa (COX). Hay dos enzimas COX: COX-1 y COX-2. Ambas enzimas producen prostaglandinas que apoyan a las plaquetas y protegen el estómago. Los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos (NSAID) bloquean las enzimas COX y reducen las prostaglandinas en el cuerpo. Como consecuencia, se reduce la inflamación, el dolor y la fiebre. Pero como las prostaglandinas que protegen el estómago y apoyan a las plaquetas y la coagulación sanguínea también se reducen, los NSAID pueden causar úlceras en el estómago y promover el sangrado.
Los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos son unos medicamentos que se recetan habitualmente o se compran sin receta para tratar la inflamación asociada a enfermedades como la artritis, la tendinitis y la bursitis. Ejemplos de NSAID son la aspirina, la indometacina (marca: Indocin), el ibuprofeno (marca: Motrin), el naproxeno (marca: Naprosyn), el piroxicam (marca: Feldene) y la nabumetona (marca: Relafen). Las personas que toman ciertos NSAID pueden tener un mayor riesgo de sufrir un ataque al corazón o un derrame cerebral que las personas que no toman estos medicamentos. Este riesgo puede ser mayor en las personas que toman NSAID durante mucho tiempo. Otros efectos secundarios habituales de los NSAID son los problemas gastrointestinales. Entre un 10 y un 50 por ciento de los pacientes son incapaces de tolerar el tratamiento con NSAID debido a estos efectos secundarios, que incluyen dolor abdominal, diarrea, hinchazón, ardor de estómago y molestias de estómago.
Incertidumbre sobre el uso de los NSAID – Algunos clínicos han sugerido que el uso de los antiinflamatorios no esteroideos (NSAID) al principio de la enfermedad puede tener un impacto negativo en el desenlace de la misma. Estas preocupaciones se basan en informes anecdóticos de varios pacientes jóvenes que recibieron NSAID al principio de la infección y enfermaron gravemente, así como sobre la preocupación teórica de que las propiedades antiinflamatorias asociadas a los NSAID puedan tener un impacto negativo en la respuesta inmune del paciente. A raíz de estas preocupaciones, algunos sanitarios están usando acetaminofeno en lugar de los NSAID para reducir la fiebre; sin embargo, la Agencia de Medicamentos Europea (EMA) y la OMS no recomiendan evitar los NSAID cuando estén clínicamente indicados.
Tocilizumab – Las pautas de tratamiento de la Comisión Nacional de Salud de China incluyen el inhibidor de IL-6 conocido como tocilizumab para los pacientes con COVID-19 grave y niveles de IL-6 elevados.
Se ha usado en pequeñas series de casos graves de COVID-19 con informes preliminares de éxito. En un informe de 21 pacientes con COVID-19, la administración de tocilizumab 400mg se asoció con una mejora clínica del 91% de los pacientes, según medidas de mejora en la función respiratoria, defervescencia rápida y alta exitosa con una sola dosis en la mayoría de los pacientes.
El sarilumab, otro antagonista del receptor IL-6 aprobado por RA, está siendo estudiado en un ensayo doble ciego multicentro de fase 2/3 para pacientes hospitalizados con COVID-19 grave. Otros anticuerpos monoclonales o agentes inmunomoduladores en ensayos clínicos en China incluyen el bevacizumab (medicamento contra el factor de crecimiento endotelial vascular), el fingolimod (inmunomodulador aprobado para la esclerosis múltiple) y el eculizumab (anticuerpo inhibidor del complemento terminal).
Interferones α y β
El interferón alfa pertenece a una categoría de tratamientos denominados modificadores de la respuesta biológica (BRM), también conocidos como inmunoterapia. Estos tratamientos movilizan al sistema inmune para que luche contra el cáncer. La terapia consiste principalmente en estimular el sistema inmune para ayudarlo a que haga su trabajo más eficazmente.
El interferón β es un inmunomodulador complejo que ejerce una amplia gama de efectos, incluyendo la inhibición de la proliferación de leucocitos, el transporte de células T y la presentación de antígenos; además, puede reducir los niveles de citoquinas proinflamatorias y aumentar los de citoquinas antiinflamatorias.
Los interferones α y β han sido estudiados para los nCOVs, habiendo demostrado el interferón β actividad contra el MERS. La mayoría de los estudios publicados informan de resultados de la terapia combinada con ribavirin y/o lopinavir/ritonavir. De manera similar a otros agentes, el retraso en el inicio del tratamiento puede limitar la eficacia de estos agentes. Teniendo en cuenta los datos conflictivos in vitro y en animales y la ausencia de ensayos clínicos, el uso de interferones para tratar el SARS-CoV-2 no puede ser recomendado actualmente.
Otros agentes inmunomoduladores tradicionalmente usados para indicaciones no infecciosas, demuestran actividad in vitro o poseen mecanismos que supuestamente inhiben el SARS-CoV-2, incluyendo, entre otros:
Baricitinib, un inhibidor de las quinasas de Janus 1 y 2 (JAK1/2), con posible actividad antiinflamatoria, inmunomoduladora y antineoplástica. El baricitinib puede inducir la apoptosis y reducir la proliferación de las células de expresión tumoral JAK1/2. Las quinasas JAK son enzimas intracelulares implicadas en la señalización de las citoquinas, en la inflamación, en la función inmune y en la hematopoyesis; también están aumentadas y/o mutadas en varios tipos de células tumorales.
Imatinib, un inhibidor de quinasa de moléculas pequeñas usado para tratar ciertos tipos de cáncer. Actualmente se comercializa como su sal de mesilato, el mesilato de imatinib (INN). Ocasionalmente se denomina CGP57148B o STI571 (especialmente en las publicaciones antiguas). Se usa en el tratamiento de la leucemia mieloide crónica (CML), en los tumores del estroma gastrointestinal (GIST) y en diversas malignidades más.
Dasatinib. El dasatinib anhidro es un inhibidor sintético de moléculas pequeñas oralmente biodisponible que inhibe las tirosinas quinasas de la familia SRC. El dasatinib se une a estas quinasas inhibiendo las actividades que promueven el crecimiento. Aparentemente, y debido a su afinidad de unión menos potente a la quinasa BCR-ABL, el dasatinib ha demostrado superar la resistencia al imatinib de las células de la leucemia mieloide crónica (CML) que albergan mutaciones en el dominio de la quinasa BCR-ABL. Las quinasas de tirosina de la familia SRC interactúan con diversos receptores de superficie celular y participan en las vías de transducción de señales intracelulares; las formas tumorales pueden aparecer a través de la regulación o la expresión alterada de la proteína endógena y mediante genes de quinasa codificados por virus.
La ciclosporina, un inhibidor de la calcineurina conocido por sus propiedades inmunomoduladoras que evita el rechazo de los órganos y trata varias enfermedades inflamatorias y autoinmunes. Se obtiene del hongo Beauveria nivea.
Nitazoxanida. La actividad antiprotozoaria de la nitazoxanida se cree que es debida a la interferencia con la reacción de transferencia de electrones dependiente de la enzima piruvato:ferredoxina oxidorreductasa (PFOR), que es esencial para el metabolismo de energía anaeróbica. La actividad antiviral, los efectos inmunomoduladores y el perfil de seguridad de la nitazoxanida justifican que se siga estudiando como opción de tratamiento para el SARS-CoV-2.
Mesilato de camostat, un agente aprobado en Japón para el tratamiento de la pancreatitis, evita la entrada celular del nCoV in vitro a través de la inhibición de la serina proteasa del huésped.
La cloroquina y la hidroxicloroquina tienen un largo historial en la prevención y el tratamiento de la malaria y el tratamiento de las enfermedades inflamatorias crónicas, incluyendo el lupus eritematoso sistémico (SLE) y la artritis reumatoide (RA). La dosis de cloroquina que se ha utilizado para tratar el COVID-19 es de 500 mg de forma oral una o dos veces al día. Sin embargo, existen pocos datos sobre la dosis óptima para garantizar la seguridad y la eficacia de la cloroquina. Ambos agentes pueden causar efectos adversos raros y graves (<10%), incluyendo la prolongación de QTc, la hipoglucemia, efectos neuropsiquiátricos y retinopatía. El uso de la cloroquina y de la hidroxicloroquina en el embarazo es considerado seguro por lo general.
Si la cloroquina demuestra ser eficaz contra el SARS-CoV-2, no será a través del mismo mecanismo mediante el cual el medicamento actúa como antimalárico. Esto es debido a que la malaria no está causada por un virus, sino por el microparásito Plasmodium falciparum. La cloroquina hace que la digestión de la hemoglobina del anfitrión sea tóxica para el parásito. La utilidad clínica de la cloroquina y, en algunos casos recientes, también de la quinina, se ha visto reducida en gran medida por la evolución y la propagación de parásitos causantes de la malaria resistentes a la cloroquina.
La cloroquina podría tener efectos totalmente diferentes contra un virus. Por ejemplo, podría dificultar la capacidad del virus para entrar en la célula inhibiendo la glucosilación de los receptores del huésped, el procesamiento proteolítico y la acidificación endosomial. Estos agentes también tienen efectos inmunomoduladores a través de la atenuación de la producción de citoquinas y la inhibición de la autofagia y la actividad lisosomal en las células del huésped.
En un comunicado de prensa de China se informó de que la cloroquina se ha usado con éxito para tratar más de 100 casos de COVID-19, produciendo mejoras en los hallazgos radiológicos, mayor eliminación viral y menor progresión de la enfermedad. Sin embargo, el diseño del ensayo clínico y los datos de los resultados aún no han sido presentados ni publicados para su revisión por pares, evitando así la validación de estas afirmaciones.
Se ha informado de que, tanto la cloroquina como la hidroxicloroquina, inhiben el SARS-CoV-2 in vitro, aunque la hidroxicloroquina parece tener una actividad antiviral más potente.
El uso de la cloroquina está incluido en las directrices de tratamiento de la Comisión Nacional de Salud China y hay informes que lo asocian con una menor progresión de la enfermedad y una menor duración de los síntomas. Sin embargo, no se han publicado datos primarios que respalden estas afirmaciones.
Otros datos clínicos publicados sobre estos agentes son limitados. Ejemplos:
A pesar del número limitado de datos clínicos, y dada la relativa seguridad del uso a corto plazo de la hidroxicloroquina (con o sin azitromicina), la falta de intervenciones eficaces conocidas, y la actividad antiviral in vitro, algunos clínicos creen que es razonable usar uno o ambos de estos agentes en los pacientes hospitalizados con infección grave o riesgo de infección grave, especialmente si no cumplen los requisitos para otros ensayos clínicos.
El remdesivir es un profármaco de monofosfatos que posee actividad contra los virus de ARN, como los de las familias coronaviridae y flaviviridae.
Remdesivir es un profármaco que se metaboliza en su forma activa GS-441524. GS-441524 es un nucleótido de adenosina que interfiere con la acción de la polimerasa de ARN viral y evade la detección por parte de la exoribonucleasa (ExoN) viral, causando una disminución en la producción de ARN viral. Se desconoce si acaba con las cadenas de ARN o provoca mutaciones en las mismas.
Se probó anteriormente en humanos con la enfermedad del virus del Ébola y ha demostrado ser prometedor en los modelos animales para tratar el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo grave (SARS), que están causados por otros coronavirus.
Se están llevando a cabo varios ensayos clínicos para evaluar la eficacia del remdesivir para los casos de COVID-19 moderados o graves. La seguridad y la farmacocinética del remdesivir se evaluaron en ensayos clínicos de fase 1 con dosis únicas y múltiples. La dosis actual bajo investigación es una sola dosis inicial de 200 mg seguida de una inyección diaria de 100 mg. Las inyecciones intravenosas de entre 3 y 225 miligramos fueron bien toleradas sin evidencia alguna de toxicidad hepática o renal.
Actualmente, el remdesivir es una terapia con un potencial prometedor para la COVID-19 debido a su potente actividad de amplio espectro contra varios nCoVs, incluyendo el SARS-CoV-2.
El favipiravir, anteriormente conocido como T-705, es un profármaco de un nucleótido de purina, el ribofuranosil-5′-trifosfato. Su agente activo inhibe la polimerasa de ARN, deteniendo la replicación viral. Experiencias clínicas limitadas apoyan el uso del favipiravir para el tratamiento de la COVID-19.
Las dosis en la parte alta del rango de dosificación deberían considerarse para el tratamiento de la COVID-19. Se recomienda una dosis inicial (de 2400 mg a 3000 mg cada 12 horas × 2 dosis) seguida de una dosis de mantenimiento (de 1200 mg a 1800 mg cada 12 horas). La vida media es de aproximadamente 5 horas.
Lopinavir-ritonavir – La combinación de lopinavir y ritonavir se usa junto con otros medicamentos para tratar la infección causada por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). El lopinavir y el ritonavir pertenecen a una clase de medicamentos llamados inhibidores de la proteasa. Funcionan disminuyendo la cantidad de VIH en sangre. Cuando lopinavir y ritonavir se toman juntos, ritonavir ayuda a aumentar la cantidad de lopinavir en el cuerpo para que el medicamento tenga un mayor efecto. Aunque lopinavir y ritonavir no curan el VIH, estos medicamentos pueden disminuir las probabilidades de desarrollar el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) y las enfermedades relacionadas con el VIH como las infecciones graves o el cáncer.
La combinación de lopinavir y ritonavir posee actividad in vitro contra el SARS-CoV y parece tener cierta actividad contra el MERS-CoV en estudios animales. Aunque el uso de este agente para el tratamiento del COVID-19 ha sido descrito en estudios de caso, no hubo diferencia en el tiempo hasta la mejora clínica o la mortalidad a los 28 días en un ensayo clínico aleatorizado de 199 pacientes con COVID-19 grave al tomar lopinavir-ritonavir (400/100 mg) dos veces al día durante 14 días además del cuidado estándar en comparación con los que recibieron sólo el cuidado estándar.
El régimen de dosificación de lopinavir/ritonavir más comúnmente usado para el tratamiento de la COVID-19 es de 400 mg/100 mg dos veces al día durante un máximo de 14 días. Los efectos adversos de lopinavir/ritonavir incluyen molestias gastrointestinales como náuseas y diarrea (hasta un 28%) y hepatotoxicidad (2%-10%).
Otros antirretrovirales, incluyendo los inhibidores de la proteasa y los inhibidores de la transferencia de cadenas de integrasa, poseen actividad contra el SARS-CoV-2 identificada a través de análisis de actividad enzimática.
Ribavirin
El ribavirin, un análogo de la guanina, inhibe la polimerasa ARN dependiente del virus. Su actividad contra otros nCoVs lo convierte en un candidato para el tratamiento de la COVID-19. Sin embargo, su actividad in vitro contra el SARS-CoV es limitada y requiere altas concentraciones para inhibir la replicación viral, necesitando una dosis elevada (de 1,2 g a 2,4 g oralmente cada 8 horas) y terapia de combinación. EL ribavirin causa toxicidad hematológica grave dependiente de la dosis. El ribavirin es también un conocido teratógeno y está contraindicado en el embarazo.
Oseltamivir
El oseltamivir, un inhibidor de las neuraminidasas aprobado para el tratamiento de la gripe, no tiene actividad documentada in vitro contra el SARS-CoV-2. Este agente no tiene ningún papel en el tratamiento de la COVID-19 una vez que se ha excluido la gripe.
Umifenovir
El umifenovir (también conocido como Arbidol) es un agente antiviral más prometedor con un mecanismo de acción único que actúa sobre la interacción de la proteína S/ACE e inhibe la fusión de membranas del envoltorio viral. La dosis actual de 200 mg oralmente cada 8 horas para la gripe se está estudiando para el tratamiento de la COVID-19. En un estudio no aleatorizado de 67 pacientes con COVID-19, el tratamiento con umifenovir durante una media de 9 días se asoció con menores tasas de mortalidad (0% [0/36] vs 16%) y mayores tasas de altas en comparación con los pacientes que no recibieron el agente.
Terapia de inmunoglobulinas
Otra posible terapia complementaria para la COVID-19 es el uso de plasma convaleciente o inmunoglobulinas hiperinmunes. El razonamiento que subyace a este tratamiento es que los anticuerpos de los pacientes recuperados pueden ayudar a eliminar las células inmunes infectadas y el propio virus.
Las medidas de respuesta nacional incluyen medidas de contención como confinamientos, cuarentenas y toques de queda.
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